El valor del asesoramiento financiero en el siglo XXI, por Santiago Satrústegui

El mundo ha ido cambiando de forma vertiginosa a lo largo de estos primeros 25 años del siglo XXI. Un cambio que no se limita al desarrollo de las nuevas tecnologías o a la irrupción de la inteligencia artificial. Se trata de una transformación de mucho más calado que está propiciando que caminemos, de forma inexorable, hacia un nuevo escenario a nivel geopolítico, económico y social.

Este proceso de cambio y transformación también aplica a los mercados financieros. En estos últimos años, estamos viendo como la incertidumbre y la volatilidad se han convertido en compañeros de viaje casi inseparables y también que ya no son válidas algunas certezas sobre el comportamiento de los mercados, que permitían a los inversores estar mejor preparados ante lo que podría deparar el futuro inmediato.

 

Todo este proceso aplica de forma directa a la forma en que tenemos que dirigir nuestros ahorros para alcanzar nuestras metas financieras o asegurar el mantenimiento del mismo nivel de vida cuando nos jubilemos. En épocas de cambio, transformación e incertidumbre, resulta más importante que nunca contar con un plan que esté alineado a nuestras necesidades y circunstancias personales en cada momento, al perfil de riesgo, al horizonte temporal y a nuestro poder adquisitivo. Debe ser también un plan que cuente con la capacidad de adaptación que solo se logra cuando existe una estrategia predeterminada y transparente.

De ahí que en estos últimos años haya emergido con fuerza la figura de los asesores financieros como esa pieza clave para canalizar la forma en que los particulares dirigen sus ahorros e inversiones. El valor del asesoramiento de calidad se ha convertido en un intangible muy tangible, en tanto que se convierte en la única herramienta válida para hacer crecer el patrimonio a lo largo del tiempo y cumplir los objetivos financieros que cada uno se proponga, en función de sus circunstancias.

A lo largo de estos primeros 25 años del siglo XXI, los profesionales de la industria se han encargado de acompañar a los clientes en cada momento, ofreciendo su experiencia y buen hacer para adaptar las estrategias a cada cambio en los mercados, asesorando y explicándoles cada movimiento y ayudándoles a capear el factor miedo, que al final siempre es el que más influye a la hora de tomar decisiones financieras precipitadas.

Se trata de una confianza ganada a base esfuerzo y constancia, así como de una adaptación adecuada a cada circunstancia. Un elemento fundamental en estos tiempos en los que hemos ido alternando etapas de prosperidad nunca antes vivida, con otros momentos de turbulencias nunca antes vistos, y donde el asesoramiento financiero profesional se ha convertido en la tabla de salvación para los ahorradores e inversores particulares. Algo habrá hecho bien la industria, los profesionales y los propios particulares viendo la forma de actuar ante situaciones límite que hemos vivido en los últimos años.

Es por eso que los propios profesionales que sostienen la industria deben seguir trabajando los próximos 25 años, en base a unos sólidos cimientos que aportan el conocimiento y la experiencia acumulada, por consolidarse como la referencia que miran los clientes antes de tomar sus decisiones de inversión.

Precisamente, ha quedado demostrado en estos años que el conocimiento, la experiencia y la actualización continua son los principales catalizadores para elevar el valor del servicio y para estar preparados para desarrollar todas las soluciones que la industria dispone para satisfacer las necesidades de nuestros clientes.

Como decía Charles De Gaulle, el general y estadista francés que dirigió la resistencia francesa contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, el carácter es la virtud de los tiempos difíciles, y eso es justo lo que han demostrado los asesores financieros a lo largo de todos estos años. Un carácter forzado a base de un trabajo duro y de un compromiso inquebrantable con el cliente.

Si algo nos ha demostrado todo este tiempo es que las crisis financieras se van y vuelven, pero ahora los clientes ya tienen el convencimiento de que ahí estará un asesor financiero para actuar como escudo protector y guía a la hora de tomar decisiones financieras. La confianza y el reconocimiento de los clientes se gana cada día y en situaciones como la de crisis se recogen los frutos de esa labor, de ahí que resulte fundamental transmitir los porqués que justifican tanto una caída como una recuperación, hacer un esfuerzo didáctico para con el cliente y gestionar esa parte emocional que tanto influye a la hora de tomar decisiones de inversión.

Además, en un país como España, donde la educación financiera puede y debe alcanzar mejores cotas, contar con profesionales cualificados que nos enseñen y guíen por el buen camino supone un gran beneficio a corto, medio y largo plazo para la sociedad, en su conjunto.

Con toda probabilidad, todas estas circunstancias antes mencionadas hayan provocado que ahora los profesionales financieros tengan que gestionar carteras de inversión de clientes en base a elementos más complejos. Que lo que eran inversiones conservadoras ahora no lo sean tanto o viceversa, por eso es fundamental proteger la labor de los asesores financieros que ofrecen un servicio excepcional, en base a un esfuerzo de compromiso con el cliente, conocimiento y permanente actualización de contenidos y de adaptación ante cada escenario.

Creo firmemente que la misión de ayudar a los profesionales de la industria financiera a mejorar cada día sus capacidades, conocimientos y aptitudes es la más noble de las formas de ayudar a mejorar la situación financiera de los clientes, lo que redundará en una sociedad más libre y mejor preparada para los desafíos que nos depare el presente y el futuro.

 

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